Vivir una vida que disfrute puede depender de muchas cosas. Un factor importante que contribuye a la calidad de vida es su salud mental y física. Cuando su salud en general está en declive, todos los demás aspectos de su vida también sufren. Por lo general no prestamos atención a nuestra salud hasta que se desarrolla una condición crónica grave, como una enfermedad cardíaca, diabetes o cáncer, que exige todo nuestro tiempo y atención.
La buena noticia es que muchas de las condiciones de salud crónicas más comunes se pueden prevenir. La medicina de estilo de vida está emergiendo como uno de los campos médicos más efectivos al enfocarse en los cambios en el estilo de vida que pueden usarse como herramientas para prevenir y controlar enfermedades graves que pueden ser fatales si no se afrontan adecuadamente. "El campo en evolución de la medicina de estilo de vida aborda los comportamientos de salud simples que son la causa principal de más del 80% de las enfermedades crónicas, la muerte prematura y los costos de atención médica. Si bien nuestro sistema de atención médica brinda atención episódica, reactiva y basada en la enfermedad, la medicina de estilo de vida trabaja para prevenir, tratar y revertir las enfermedades crónicas al ayudar a las personas a mejorar sus elecciones de alimentos, realizar suficiente actividad física, fortalecer las relaciones, descansar lo suficiente, controlar el estrés y limitar o eliminar las sustancias tóxicas", afirma el Dr. Edward Phillips, profesor asociado de la Escuela de Medicina de Harvard y Director del Instituto de Medicina de Estilo de Vida.
El Instituto de Medicina de Estilo de Vida se fundó en la Escuela de Medicina de Harvard en 2007 para brindar esta educación a través de la Educación Médica Continua (CME) y para difundir la educación en medicina de estilo de vida a todas las escuelas de medicina y programas de capacitación de profesiones de la salud. Establecer la medicina de estilo de vida como la base de toda la atención clínica requiere que se enseñe a todos los aprendices de las profesiones de la salud, así como a los médicos en ejercicio. El Instituto de Medicina de Estilo de Vida ha trabajado con más de 25,000 médicos en más de 115 países.
Su cerebro está trabajando las 24 horas del día, los 7 días de la semana para mantener su cuerpo en funcionamiento. También contribuye a nuestra salud mental al informar al cuerpo para que libere hormonas que regulan nuestro estado de ánimo. Sin embargo, casi nunca pensamos en cómo los alimentos que comemos afectan nuestro cerebro y nuestras emociones. Comer una dieta saludable no es solo para mantenerte en forma, sino que también es importante para ayudarnos a mantener nuestras emociones bajo control y nuestra salud mental en equilibrio.
"Tu cerebro es como un automóvil muy caro y tecnológicamente avanzado. Requiere el mejor combustible para funcionar a su nivel óptimo y necesita ser reabastecido regularmente. Cuando no le damos a nuestro cuerpo alimentos nutritivos que estén cargados de todos los nutrientes que el cerebro necesita para funcionar, no nos sentimos bien ni mental ni físicamente", afirma la Dra. Desmonette Hazly, especialista en salud integrativa. Nuestro cuerpo y nuestro cerebro responden de la misma manera que lo hace un automóvil cuando pones menos combustible que el premium en su tanque; nada funciona bien o sin problemas.
Nuestro estado de ánimo no solo está regulado por nuestro cerebro, sino que nuestro intestino también contribuye a la modulación de nuestras emociones. El Dr. Hazly enfatiza que "el microbioma de nuestro intestino contribuye a nuestra salud mental. Se estima que la mayoría de la serotonina que produce nuestro cuerpo se produce en nuestro tracto gastrointestinal. Las "buenas bacterias", que prosperan con alimentos saludables, trabajan arduamente para producir serotonina, que es una de las hormonas que reduce los sentimientos de depresión y nos ayuda a dormir. Nuestra salud intestinal está conectada en última instancia con nuestra salud mental”.
Todos hemos escuchado acerca de cómo los alimentos ricos en azúcar procesada, sodio y grasa pueden causar enfermedades como enfermedades cardíacas, diabetes y obesidad. Pero estos mismos alimentos también causan inflamación y estrés oxidativo en el cerebro y destruyen las “bacterias buenas” en el intestino que protegen al cuerpo de las toxinas y producen las hormonas necesarias para regular nuestras emociones.
La Dr. Hazly tiene algunos consejos para mejorar su dieta y controlar su estado de ánimo:
- Siempre consulte con su médico antes de realizar cambios en su dieta para abordar una condición de salud mental o física.
- Coma regularmente. Esto puede evitar que su nivel de azúcar en la sangre baje, lo que puede hacer que se sienta cansado y de mal humor.
- Manténgase hidratado. Incluso la deshidratación leve puede afectar su estado de ánimo, nivel de energía y capacidad de concentración.
- Coma el equilibrio adecuado de grasas. Su cerebro necesita grasas saludables para seguir funcionando bien. Se encuentran en cosas como el aceite de oliva, el aceite de colza, las nueces, las semillas, el pescado azul, los aguacates, la leche y los huevos. Evite las grasas trans, que a menudo se encuentran en los alimentos procesados o envasados, ya que pueden ser perjudiciales para su estado de ánimo y la salud de su corazón.
- Incluya más cereales integrales, frutas y verduras en su dieta. Contienen las vitaminas y minerales que su cerebro y su cuerpo necesitan para estar bien.
- Incluya algo de proteína en cada comida. Contiene un aminoácido que su cerebro usa para ayudar a regular su estado de ánimo.
- Cuide su salud intestinal. Su intestino puede reflejar cómo se siente: puede acelerarse o ralentizarse si está estresado. Los alimentos saludables para el intestino incluyen frutas, verduras, frijoles y probióticos.
- Sea consciente de cómo la cafeína puede afectar su estado de ánimo. Puede causar problemas para dormir, especialmente si lo bebe cerca de la hora de acostarse, y algunas personas sienten que también las irrita y las pone ansiosas. La cafeína se encuentra en el café, el té, los refrescos de cola, las bebidas energéticas y el chocolate.
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