Mis papás siempre han sido lectores voraces. Desde muy chica, yo veía como mis papás leían todo lo que se les cruzaba en el camino…periódicos, libros, revistas, hasta los escritos en las cajas de Corn Flakes mientras comían su cereal. Todo. Todo. Todo. No había escritura que no leyeran. Y como resultado, nosotros, los hijos, aprendimos desde muy pequeños que la lectura era algo muy importante, y muy beneficiosa para nuestro aprendizaje. Desde muy chicos hacíamos excursiones a la biblioteca localizada en el Centro de la ciudad para que mis papás pudieran tomar libros prestados. Ya que, con 7 hijos, y siendo una familia que contaba cada moneda, era lo más obvio para poder seguir alimentando la obsesión de lectores sin tener que pagar un quinto.
Cuando comencé a trabajar para la Biblioteca Pública de Los Ángeles recién graduada de la secundaria, fue como sacarme la lotería. No solamente para mí, sino para mis papás también.
Al estar en la biblioteca diariamente, significaba que mis papás podían darme sus listas de títulos de libros que querían leer, se ahorrarían el viaje al Centro, y tendrían sus libros esa misma tarde. Y así fue. Cada uno me daba su lista de libros, y si los libros estaban disponibles, los tomaba prestados y se los llevaba a casa. Y esto se convirtió en rutina de muchos años. A mi mamá le gustaban los romances, libros de ficción y los libros de misterio, y a mi papá todo lo que tenía que ver con la política de su país (México), la novela histórica, y también los libros de misterio. Entre los autores favoritos de los dos estaban John Grisham, Patricia Cornwell, David Baldacci e Isabel Allende entre muchos otros más. Y aunque muchos de los autores son americanos, ¡hay tantos libros en español para escoger! Y lo más curioso de todo esto, es que cuando uno de mis papás terminaba algún libro de misterio, se lo pasaba al otro antes de devolverlo a la biblioteca. Y así le sacaban más jugo al préstamo de libros.
Lamentablemente mi mamá falleció hace siete años. Y mi papá se quedó no solamente sin esposa, sino también sin compañera de lectura. Y ahora, esos libros tan adorados, se han convertido en su refugio y distracción. Hace unos años atrás, le regalamos una tableta Kindle para que pueda leer sus libros tan cotizados cuando esté solo en casa, o cuando vaya de viaje a Yucatán, para poder distraerse en el aeropuerto y en el avión. Cuando mi papá ya está por acabar de leer los libros que le he sacado, me avisa y le mando más a su tableta Kindle para que siempre tenga algo que leer. Y así, ¡nunca está sin libros! Con la ayuda de la Biblioteca y de la tableta, es como los libros continúan ayudando a mi papá.
Aquí en la Biblioteca Pública de Los Ángeles, prestamos libros no solamente de pasta dura, sino también libros que se pueden leer virtualmente con tableta Kindle o con cualquier dispositivo electrónico bajando la aplicación de Libby e ingresando tu número de tarjeta de biblioteca. Pero no solamente prestamos libros electrónicos, sino que también hay revistas, servicios de transmisión y audiolibros. ¡Todo al alcance de tus manos!
Si estás interesado en saber más sobre Libby, o cualquier otro servicio que ofrece la Biblioteca Pública de Los Ángeles, visita nuestra página web, o en persona en cualquiera de nuestras sucursales y te ayudaremos a encontrar lo que necesitas. ¡Estamos a tus órdenes!